
Con su acostumbrado método de la confrontación de argumentos, aborda Cicerón el tema de la mántica, mas no como un mero relato de ritos o prácticas adivinatorias, sino que expone, primero por boca de su hermano Quinto, los argumentos de los estoicos, quienes la consideraban consecuencia de la existencia de la divinidad. Después Cicerón refuta argumento por argumento para demostrar que tales prácticas, aruspicina, augurios, interpretación de los sueños, astrología, etc., son superstición, pero que destruirlas no significa destruir la verdadera religión.
Esta obra de Marco Tulio, como todos sus tratados, es amena, fluida, atractiva, elegante. Hay en ella un buen número de anécdotas y citas poéticas que, además de ilustrar el tema en cuestión, hacen más ágil y agradable la lectura.
Julio Pimentel Álvarez